Por mi añoranza del mar elegí mostrar este pueblo azul.
CHAUEN
Serie de Xaouen
CHAUEN
Su luz clara y limpia,
y sus casas blancas y azules,
hacen de esta ciudad
una de las más bellas de Marruecos.
y sus casas blancas y azules,
hacen de esta ciudad
una de las más bellas de Marruecos.
Breve historia:
La leyenda cuenta que cuando España era territorio musulmán, Mulay Alí ben Rachid se enamoró de Zhora, una muchacha de Vejer de la Frontera. Cuando los cristianos los expulsaron de la Península, emigraron a Marruecos y allí, para paliar la añoranza que su amada tenía de su pueblo, el emir construyó uno a su imagen y semejanza: Chauen, o Chefchaouen, como también se le conoce.Viajé por primera vez a Chauen en 1996, siguiendo las indicaciones de un amigo galerista. Conocedor de que mi pintura se basaba en los blancos de la arquitectura popular mediterránea de Ibiza, mi amigo consiguió desperar mi entusiasmo con sus descripciones de la ciudad. Y, efectivamente, nada más llegar quedé seducido. Tanto que, doce años después, sigue siendo el tema principal en mis exposiciones y alguien se ha atrevido a bautizarme como “el pintor de Chauen”.Chauen se halla en un extremo de la cordillera del Rif, entre dos montañas con forma de cuernos. También denominada “La perla del norte”, es una ciudad de cautivadora belleza, a lo que contribuye su arquitectura de diseño popular mediterráneo, con los azules y añiles de sus puertas centenarias y los blancos añilados de las paredes, éstas cubiertas con capas, y capas y más capas de cal. Las gentes de Chauen pintan las paredes y los suelos de las casas varias veces al año, e incluso pintan el suelo de las calles –muchas de ellas con forma de irregulares escalinatas- coincidiendo con los cambios de estación y las celebraciones anuales. Este trabajo casi obsesivo, cuyo objetivo es purificar, higienizar, aportar frescor y ahuyentar a los insectos, ha forjado la singularidad de la población.Las escobas y brochas atadas a palos se usan como prolongación de unos brazos extendidos al máximo. Las zonas más altas, donde no llega el pincel improvisado, quedan libres de pintura blanca o añilada y mantienen sus colores ocres, amarillos y rojizos propios de las paredes centenarias de tierra adobada. Lo mejor para el ojo del pintor es que, como las capas de pintura no se dan al mismo día, los habitantes de Chauen consiguen sin quererlo una variedad de matices de blancos, azules y añilados realmente sorprendente. Hasta el punto de que ha surgido una agrupación de vecinos que vela por que las casas y las calles se pinten con los tonos tradicionales de la ciudad.
Texto y pinturas del pintor catalán Josep María Cabayol
La leyenda cuenta que cuando España era territorio musulmán, Mulay Alí ben Rachid se enamoró de Zhora, una muchacha de Vejer de la Frontera. Cuando los cristianos los expulsaron de la Península, emigraron a Marruecos y allí, para paliar la añoranza que su amada tenía de su pueblo, el emir construyó uno a su imagen y semejanza: Chauen, o Chefchaouen, como también se le conoce.Viajé por primera vez a Chauen en 1996, siguiendo las indicaciones de un amigo galerista. Conocedor de que mi pintura se basaba en los blancos de la arquitectura popular mediterránea de Ibiza, mi amigo consiguió desperar mi entusiasmo con sus descripciones de la ciudad. Y, efectivamente, nada más llegar quedé seducido. Tanto que, doce años después, sigue siendo el tema principal en mis exposiciones y alguien se ha atrevido a bautizarme como “el pintor de Chauen”.Chauen se halla en un extremo de la cordillera del Rif, entre dos montañas con forma de cuernos. También denominada “La perla del norte”, es una ciudad de cautivadora belleza, a lo que contribuye su arquitectura de diseño popular mediterráneo, con los azules y añiles de sus puertas centenarias y los blancos añilados de las paredes, éstas cubiertas con capas, y capas y más capas de cal. Las gentes de Chauen pintan las paredes y los suelos de las casas varias veces al año, e incluso pintan el suelo de las calles –muchas de ellas con forma de irregulares escalinatas- coincidiendo con los cambios de estación y las celebraciones anuales. Este trabajo casi obsesivo, cuyo objetivo es purificar, higienizar, aportar frescor y ahuyentar a los insectos, ha forjado la singularidad de la población.Las escobas y brochas atadas a palos se usan como prolongación de unos brazos extendidos al máximo. Las zonas más altas, donde no llega el pincel improvisado, quedan libres de pintura blanca o añilada y mantienen sus colores ocres, amarillos y rojizos propios de las paredes centenarias de tierra adobada. Lo mejor para el ojo del pintor es que, como las capas de pintura no se dan al mismo día, los habitantes de Chauen consiguen sin quererlo una variedad de matices de blancos, azules y añilados realmente sorprendente. Hasta el punto de que ha surgido una agrupación de vecinos que vela por que las casas y las calles se pinten con los tonos tradicionales de la ciudad.
Texto y pinturas del pintor catalán Josep María Cabayol
Serie de Xaouen
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